Me voy a permitir contarles del concierto de ayer. Y digo que me lo voy a permitir porque de música no sé nada. Esto no es una reseña, es algo que quiero escribir para que no se me olvide.
La cosa es que, cuando se anunció que Pulp tocaría en México, el timeline de facebook de Héctor estaba lleno de comentarios burlones del tipo "ahora resulta que todos son fans de Pulp". Pues yo no, yo a esos señores ni los conozco y a lo que se ve no me da mucha pena admitirlo. Luego pasó el tiempo.
A pesar de que Héctor es muy fan, no tenía previsto ir al concierto. Ahora, si ustedes tienen twitter, sabrán que la reventa de último momento es ya parte de los rituales concierteriles. Ayer @lilian vendía un par de boletos y yo pensé que era una buena oportunidad para ir, por primera vez, a un concierto con Héctor. Y de paso sacudirme las telarañas porque hace años no voy a ninguno como no sea a trabajar (e igual tiene años).
Y heme ahí, en el Palacio de los Deportes, lista a escuchar una serie de canciones, algunas por primera vez en mi vida, incapaz de corear nada... sin embargo muy dispuesta a dejarme ir con lo que sucediera.
Cuando era veinteañera y si iba a conciertos, solía aburrirme. ¿Alguna vez estuvieron a la mitad de uno y pensaron "ya quiero que termine"? Pues eso. O las ganas de escuchar el hit -que normalmente va al final- o la canción favorita arruinan una hora en un concierto de hora y media. El concierto de Pulp de ayer tenía puros hits, según leí, y quizá eso explica porque todo el mundo salió tan feliz. O quizá no.
Es común que los actores le tengamos envidia a los músicos. Hay una cosa en el caso de la música: la apreciación o la aproximación intelectual es un componente menor en el acercamiento del espectador al trabajo del ejecutante, o dicho más simple, uno puede saber fácilmente si un músico desafina. En el teatro a veces los espectadores sienten la tentación de dejarse engañar por la fama de un actor determinado o por lo que le han dicho o por quien sabe qué cantidad de prejuicios (del tipo "es que no sé nada de teatro"). La música da menos espacio a ello. Te emociona o no. Conecta con una fibra tuya inmediatamente, sin intermediario. Y si eso no sucede, no sientes la necesidad de explicarlo o justificarlo, simplemente dices "no me gusta" y ya está. La música es a prueba de snobs. Claro, puedes ser que un snob diga "me fascina (inserte cosa rebuscada)" pero sabe que se está engañando...
Así pues, el concierto de ayer me emocionó como pocos en mi vida. Me encontré riendo de gusto ante más de una canción. Algunos temas eran tremendamente sexies, otros eran cursis y pastelosos pero no simplones -nunca simplones-. Al final el ambiente se calentó tanto en el lugar que me levanté a bailar y a brincar como una fan from hell. La energía del vocalista era verdaderamente impresionante. Eso es lo que quiero ver en un escenario, sea de teatro o de danza o de música: seres humanos que salen a darlo todo, con alegría y generosidad infinita.
Jarvis Cocker dijo casi al principio del concierto "recuerden por el resto de sus vidas este momento". Lo recordaré, si, por el resto de mi vida.