Cuando era una niña, una vez mi papá me dijo que más o menos cada siete años, todas las células de mi cuerpo han sido reemplazadas por otras nuevas. No sé que tan exacto sea el dato, pero me gusta pensar en eso: cada cierto tiempo, soy un organismo totalmente nuevo, pero siempre soy el mismo que ayer porque de un día para otros los cambios han sido pequeñísimos.
Me gusta la nochevieja porque es una parada en el camino, es una jornada especial en la cual deternos para mirarnos. Para mirarnos a nosotros mismos y poner atención a lo que pasa alrededor. Mañana primero de enero de 2010 no es un nuevo comienzo, sino la continuación de mis años anteriores, la continuación de las jornadas. Sin embargo, soy totalmente otra diferente a la que fui el primero de enero de 2009. Y ahí está la magia.
Todos somos una corriente de agua que fluye, la misma agua pero nunca la misma. Quién sabe que árboles estarán en nuestra ribera, qué paisajes, qué piedras rodarán por el fondo de nuestra existencia, pero venga lo que venga, las lágrimas y las alegrías y las sorpresas y las dificultades, lo importante siempre es saber contar nuestras bendiciones. Las personas que he conocido este año me hacen y me deshacen, y a cada una de ellas las cuento como una bendición. En algún momento al hacerme adulta supe que la vida es una continua despedida pero también un continuo encuentro.
Sea pues: les deseo a todos los que me leen y aquellos a quienes leo, que los encuentros de 2010 sean absolutamente dichosos y que de nuestros propios deseos no perdamos la memoria.
Felicidades.
Me gusta la nochevieja porque es una parada en el camino, es una jornada especial en la cual deternos para mirarnos. Para mirarnos a nosotros mismos y poner atención a lo que pasa alrededor. Mañana primero de enero de 2010 no es un nuevo comienzo, sino la continuación de mis años anteriores, la continuación de las jornadas. Sin embargo, soy totalmente otra diferente a la que fui el primero de enero de 2009. Y ahí está la magia.
Todos somos una corriente de agua que fluye, la misma agua pero nunca la misma. Quién sabe que árboles estarán en nuestra ribera, qué paisajes, qué piedras rodarán por el fondo de nuestra existencia, pero venga lo que venga, las lágrimas y las alegrías y las sorpresas y las dificultades, lo importante siempre es saber contar nuestras bendiciones. Las personas que he conocido este año me hacen y me deshacen, y a cada una de ellas las cuento como una bendición. En algún momento al hacerme adulta supe que la vida es una continua despedida pero también un continuo encuentro.
Sea pues: les deseo a todos los que me leen y aquellos a quienes leo, que los encuentros de 2010 sean absolutamente dichosos y que de nuestros propios deseos no perdamos la memoria.
Felicidades.