Helmut Newton y el poder femenino

Advertencia: este post esta lleno de mujeres desnudas. 

En una espectacular muestra de velocidad supersónica, debo confesar que este post medio me lo inspiró aquella portada de Marie Claire donde sale Angélica Rivera.

Concretamente, este post empieza con la frase que dice "redefiniendo el poder femenino". No me voy poner a pelear con esa portada de la que mucho se dijo. Quería empezar por ahí porque unos días después de que Marie Claire tuviera a bien redefinir el poder femenino, por alguna razón caí en el tumblr SuicideGirls (nsfw) cuyo encabezado pone "redefiniendo la belleza desde 2001".


Qué necesidad de redefinirlo todo, señoras. Y aunque no está mal modificar las definiciones de vez en cuando, si las van a dejar en donde mismo mejor ni se molesten.

Se supone que las modelos de desnudo de SuicideGirls son una belleza "alternativa" porque llevan el cabello pintado de colores y tatuajes en todo el cuerpo, sin embargo a mi me parecen todas igualitas, una serie de chicas casi clónicas que no dejan espacio para la diferencia y cuyo aspecto es totalmente heteronormativo: un aspecto logrado para complacer a los hombres.


Si la nueva definición de belleza pasa por cuerpos muy jóvenes de aspecto aniñado (esos pubis depilados no ayudan), pieles muy blancas y pechos muy grandes no estoy interesada en la redefinición, mejor déjenlo todo como estaba...

Cuando me di cuenta de que me molestan las SuicideGirls y su petulancia, me pregunté porqué. ¿Me molesta el desnudo femenino? No. ¿Me dan celos los cuerpos muy blancos de pechos muy grandes? No. ¿Qué es, qué es, qué me molesta de estas "herederas de Bettie Page"?


Entonces lo supe. Me parecen obsequiosas y sumisas, listas para complacer. Definitivamente no siento simpatía por las mujeres sumisas. (Seguro ellas dirán que no, que su cuerpo no es para el disfrute de los hombres y tal. Bla bla).


Pensé luego en otras mujeres desnudas de piel blanca y pechos grandes: las mujeres de Helmut Newton. Adultas, musculosas y con vello púbico, las mujeres de Helmut Newton son la verdadera imagen de un poder femenino. Son mujeres llenas de fuerza y que no parecen tener intenciones de complacer a nadie más que a si mismas.

¿No les parecen fantásticas?


Perdonen ustedes el rant sobre temas de tan poca actualidad, pero cualquier razón es una buena razón para hacer un post sobre uno de mis fotógrafos favoritos. En este momento hay una exposición de su trabajo en la Galería Patricia Conde (LaFontaine 73, Polanco) que seguramente no provocará filas interminables. Mejor.




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La noche en que nació Bebita Pop (parte dos)

(La primera parte de este post está aquí).


El cine me (nos) ha llenado de ideas sobre lo que pasa en los nacimientos. Se te rompe la fuente de imprevisto, cuando menos te lo esperas, y luego todo son prisas y carreras y caos universal. Mi ginécologo, un hombre serio en apariencia pero con un sutil y refinado sentido del humor, se la pasó queriéndome decir que no, que nada nos iba a agarrar de sorpresa. Y así fue. El día que nació mi hija amaneció como cualquier otro día, Héctor y yo fuimos al consultorio, el doc nos dijo "nace hoy" y nos dijo que fuéramos a comer algo y luego con calmita nos veíamos en el hospital. Nos dió tiempo de regresar caminando a casa, comer, hacer llamadas telefónicas y hasta de actualizar facebook.

En el post anterior me quedé en la parte donde las contracciones eran muy dolorosas, por ahí de las 7 de la tarde. Cuando el anestesiólogo llegó (tráfico de viernes en la ciudad de México de por medio) yo le había prohibido a Héctor que siguiera sacando fotos porque hasta oir el clic de la cámara me dolía -menos mal que no me hizo caso-. Luego, una inyección directamente a la médula espinal. Comparado con el dolor de las contracciones, esa inyección fue un pellizco.

En algún momento leí que con la epidural puedes perder toda la sensibilidad en la parte baja del cuerpo e incluso la fuerza necesaria para expulsar al bebé por el canal de parto. Yo no perdí ni una cosa ni la otra. Seguí sintiendo todo mi cuerpo sólo que el dolor se mitigó y pude empezar a disfrutar la experiencia. 

Mi parto fue una fiesta. Otra vez, no quiero confundir a nadie. En ningún momento dejé de sentir el rigor. No fue un paseo por el campo (por algo se llama "trabajo" de parto) pero nunca me sentí abandonada o temerosa, tampoco sentí la proverbial falta de respeto que muchas mujeres relatan de sus experiencias hospitalarias. Todo lo que escuché fueron instrucciones precisas y porras (desde "lo haces muy bien" hasta "Héctor, deberían tener ochos hijos, tu mujer está hecha para parir"). Si tuviera que usar un solo adjetivo para describir mi parto, diría que fue divertido. ¿Divertido como ir de shopping o como la montaña rusa? me preguntó @bere_jh. Como la montaña rusa. Sientes el peligro pero sabes que no te va a pasar nada. Fueron horas intensas y llenas de alegría.

Cuando llegó el pediatra me pasaron a la sala de expulsión. Traté de poner la mayor atención posible en lo que estaba pasando: un trabajo en equipo preciso, cargado de emoción. Todos atentos y ocupados pero nada solemnes, hay sonrisas que salen en las fotos. Aquello era un gentío (Héctor, tres médicos y me parece que tres asistentes) y el sitio estaba lleno de energía. Respira, puja. Tres pujidos bastaron.

Entonces escuché el llanto de mi hija. El pediatra, quien había estado brincoteando por todos lados y usando la cámara de Héctor para tomarse selfies con las enfermeras, se transformó en un hombre delicado que con agilidad revisó los reflejos de mi hija y me la puso en el pecho, me dijo que le hablara y la besara, que la mirara a los ojos. Nunca voy a olvidar la primera mirada de ella, extraviada e intensa a la vez, enorme. "Hola, bebé. Yo soy tu mamá. Soy tu mamá" y el contacto con su piel nueva.

Tuve suerte, quizá. No sólo porque no hubo ninguna complicación y porque a lo mejor mi cuerpo si está hecho para parir. Tuve suerte porque se hicieron cargo tres doctores que disfrutan su trabajo. Fue estupendo ser tratada con tanto cuidado y con tanto amor, recibir instrucciones tan precisas a cada momento, sentir como Héctor fue incluido en el proceso. Mi parto con "un poquito de ciencia" fue perfecto.

Decidí escribir estos posts porque mis amigas me han preguntado cómo fue la experiencia. También porque he escuchado comentarios sueltos sobre el miedo al dolor de parir y porque los partos como el mío (hospitalarios y medicalizados) son los que tienen peores relaciones públicas. Se da por sentado que este tipo de parto se ha impuesto mayoritariamente y todas las demás opciones son las alternativas que se salen de la regla y un poco por ende son mejores alternativas. Ya sé, cada quien habla de cómo le fue en la feria y a mi me fue muy bien. Si tuviera oportunidad de cambiarle algo a mi parto no le cambiaría nada. Nadita nada.

Al final, lo que me parece fundamental es estar informada pero informada en serio. Decidir lo que quieres. Confiar en quién sea que esté a cargo. Esa fue mi verdadera buena fortuna.

***

Como cereza del pastel, estuve encantada de que los tres médicos que nos atendieron son egresados de la UNAM. Qué le hacemos, uno que siente cariñito por el alma máter. Espero que ellos me atiendan en el embarazo y parto de mis ocho hijos (dicen que el quinto es gratis).

Por si a alguien le sirve o le interesa, los doctores que menciono en los posts son Mario Martínez Ruiz, ginecólogo y obstetra (más info aquí); Enrique Tovar, anestesiólogo (info) y el neonatólogo Rodolfo Rivas (info). Con Rodolfo seguimos yendo a cita cada mes, siempre llega al consultorio en un caballo blanco como su bata (¿o quizá es un Audi R8?), es alto y fornido como Christian Grey y cada vez me vuelve a mencionar las bondades de la leche materna. Puedes seguirlo en twitter aquí.



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La noche en que nació Bebita Pop (parte uno)

Si me sigues en redes sociales, quizá sepas que hace poco más de dos meses nació mi hija primogénita. #BebitaPop, le puso @Janibga, y lo adoptamos como el hashtag oficial en twitter. 

No me gustaría ser una mamá monotemática que no habla de otra cosa que sus vástagos pero si llevo semanas queriendo escribir un post sobre el parto, ese tema del que todas parecemos saber de algo a mucho pero que en realidad nadie te puede contar, hasta que lo vives. Principalmente porque todos son diferentes.


Cuando estaba embarazada me comí el internet con los ojos leyendo sobre partos. Si las buscas, opciones hay. Con anestesia, sin anestesia, en agua, en casa, con matrona, con registro de video. Leí muchas historias de terror: que la anestesia te puede dejar parapléjica o ¿sorda? (creo). Que la administración de oxitocina sintética puede terminar en una cesárea innecesaria. Que el trabajo de parto puede durar más de 30 horas. No ayudas, internet.

Una amiga me recomendó mucho el parto en agua aunque por alguna razón nunca me pareció atractivo. Estar toda mojada en esas condiciones no se me antojaba nada. Lo que si sabía es que quería evitar una cesárea en todo lo posible. En principio por la cicatriz, pero después por el tiempo de recuperación, más largo que en un parto natural y que me daba mucha flojera. Mi ginecólogo, que es lo más occidental posible, se la pasó advirtiéndome de todas las razones por las cuales la cosa podría terminar en cesárea. En algún micromomento estuve tentada a buscar otro doctor, empujada por las declaraciones de las defensoras del parto natural sin anestesia, algunas bastante radicales que están convencidas de que los doctores son malos (les vale madres todo lo que no sea su tiempo y sus honorarios) y de que se han apoderado -los doctores- de algo que pertenece exclusivamente a las mujeres: el parto. Afortunadamente ganó la cordura y no sólo no cambié de doctor, sino que decidí confiar por completo en él. Confiar en lo que siempre me dijo: "el objetivo es tener un bebé sano y una mamá sana en casa".

Cerca ya de la fecha prevista, el doc me hizo la pregunta ¿y va a ser un parto psicoprofiláctico o vas a querer un poquito de ciencia? Supongo que a estas alturas algunas radicales querrían lapidarlo, especialmente a causa de la sonrisita con la que me lo dijo. Yo, en cambio, sonreí con él. "Un poquito de ciencia está bien".

No quiero confundir a nadie. Antes de que me pusieran la epidural sentí dolor. Mucho dolor. Las contracciones no son nada simpáticas y el tiempo que pasó entre que empezaron en serio y me pusieron la anestesia fue suficiente para registrar la experiencia de un dolor que no se compara a ningún otro dolor que haya experimentado antes (curiosamente, exento por completo de miedo).

Mi doctor me lo había dicho en una conversación previa: hay quien elige aventárselo sin anestesia, pero si el dolor es evitable, no veo porqué sufrirlo de más. Yo tampoco encontré porqué a pesar de haber leído sobre lo que se supone que es la experiencia cósmica de dar a luz sin medicamentos.

"La idea es que sea el mejor día de tu vida" dijo mi ginecólogo unos días antes del magno evento. Me pareció curioso porque un par de semanas atrás el pediatra de mi hija usó la misma frase en la cita en la que nos conocimos. El "mejor día de tu vida" es el slogan por excelencia para las bodas y me pareció al menos interesante que este par de médicos dijeran algo así. Honestamente, tenía más curiosidad que otra cosa.

A posteriori no sé si diría que fue "el mejor" día de mi vida pero sin duda está en el top 3 de los más memorables. Fue un día (una noche) muy feliz. No quiero escribir un post larguísimo y por eso lo he dividido en dos partes. En la segunda ya les cuento, si les interesa, lo que sucedió en el hospital.

(Segunda parte aquí)


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Ve al Spa o llévalo a tu casa: Cinq Mondes

La historia de la marca francesa Cinq Mondes es súper romántica. Había una vez un experto en cosmética que trabajaba para una gran firma (L'Oréal). Su nombre es Jean-Louis Poiroux y un día lo dejó todo y junto con su esposa se dedicó a viajar por el mundo conociendo rituales de bienestar. Entonces fundó su marca, que consiste en un mítico spa y una línea de productos que recogen los mejores ingredientes de los cinco continentes y los conocimientos de cosmética de su fundador, esto es, unen ingredientes y tradiciones milenarias con ciencia y tecnología actuales.


Eso es Cinq Mondes, que sólo se encuentra en el Hotel Las Alcobas en Masaryk (Polanco, Ciudad de México). Hay rituales súper completos que se pueden tomar en el spa del hotel pero algunos productos se pueden comprar para usar en casa.

Entre los muchos tratamientos que puedes hacerte en casa están los exfoliantes de cara o cuerpo, los aceites aromáticos (que necesitarán la ayuda de -pongamos- tu pareja para un masaje en casa guiño guiño) o las cremas para pies. Mi favorito es el aceite suntuoso de oriente porque me ayuda con mi piel ultra seca y el olor me hace sentir en Marruecos ¡de verdad! Luz baja o velas y la magia está completa. También me gustan la loción Fito-Peeling, inspirada en Bali (Indonesia) que sirve para desintoxicar el rostro después de las fiestas (o desvelones varios) y el exfoliante de semillas y flores, también de Bali. Puedes explorar aquí el resto de tratamientos de la marca la cual está entre mis descubrimientos favoritos del año pasado.



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El rey volvió en lunes

En su última etapa en Dior Galliano parecía aburrido. Cada nueva colección parecía un forzado ¿y ahora qué le hago a la chaqueta bar? Quizá menos tramposo que Lagerfeld quien no ha tenido empacho en presentar lo mismo una y otra vez cambiándole el paisaje, el Dior de Galliano parecía haberse convertido en una suerte de camisa de fuerza para el mismo Galliano. Los acontecimientos posteriores y el derrumbe emocional del diseñador nos dejaron saber cuán grave era la situación.


El regreso de John Galliano a la alta costura, tan espectacular por ser precisamente en una casa como Margiela, ha sido uno de los acontecimientos más ansiosamente anticipados en el tiempo que llevo como fashion blogger y no ha defraudado. Estoy por sentarme a leer seriamente las críticas de la colección pero mi primera sensación es que el aplauso fue casi unánime (Tim Blanks dice que todos los asistentes al desfile lloraron al final).

John Galliano está de regreso con toda la fuerza creativa que le consiguió el status de genio a finales del siglo pasado y lo hace demostrando que no sólo es capaz del Dior que le conocimos. Se apoderó del ADN de Margiela y lo fundió con el suyo propio, entregando una colección espectacular llena de piezas totalmente comerciales como un vestido rojo de escote en la espalda o unos simples shorts de mezclilla. En ella hay todo: herencia y archivo de ambas pero también cierta novedad, sin dejar de lado los códigos puros de la verdadera alta costura. Por ahora queda ver si el diseñador es capaz de sostenerse en las siguientes temporadas, cosa que por el momento yo no dudaría.
 
El desfile de ayer me hizo sentir nostalgia por McQueen y la emoción de esperar cada uno de sus shows. Así de inspirador me ha parecido.

Puedes ver la colección completa aquí.



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