Todos sabemos los nombres de los grandes ilustradores de moda del pasado: George Barbier, René Gruau, David Downton. Todos hemos visto alguna vez las ilustraciones de Andy Warhol para Harper's Bazaar, las hermosas portadas vintage de Vogue de antes de la era de las modelos o la publicidad antigua de Shiseido y Guerlain. ¿A quién no le gusta la ilustración de moda?
Y sin embargo, el auge de la fotografía fue dejando relegada a la ilustración. Incluso, con la llegada de la foto digital, los artistas se fueron emocionando más y más con esa herramienta que aparentemente lo permitía todo y la ilustración en la moda se quedó para los figurines de los diseñadores y acaso poco más que eso.
Hubo quizá un momento en el cual solo las portadas del New Yorker seguían siendo un bastión no conquistado por la foto, un territorio en el cual muchísimos ilustradores podían aún sentirse en casa.
Afortunadamente, la ilustración regresó a la moda. Primero tímidamente y ahora cada vez con más fuerza. Aún no recupera su reino en las portadas, pero si ha sido protagonista ya de campañas y cada vez tiene más espacio en las páginas interiores de nuestras publicaciones favoritas. Quizá los blogs tuvieron mucho que ver en esto (pienso en Fifi Lapin o Garance Doré y no sigo porque la lista es larga).
Si al final la fotografía de moda es una interpretación de la realidad en la que no se espera que nada sea cotidiano, qué más da llevar la fantasía un paso más allá y crear una imagen de la nada. Si una editorial es del todo irreal (excepto porque la modelo y la ropa si existe), ¿porqué no desaparecer de una vez todo lo real? Aún así, lo que queda no deja de ser verdadero.
Todas las ilustraciones de este post son de Guillermo Huerta para El Libro Amarillo Otoño 2016. Aún puedes encontrar unos pocos ejemplares impresos en El Palacio de Hierro, pero si no tienes suerte, puedes ver la edición digital aquí.
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